El sector asegurador juega un papel fundamental en la economía y el bienestar social de las comunidades. Su valor social radica en múltiples facetas, que van desde la protección financiera hasta el fomento de la estabilidad económica y la promoción de la responsabilidad personal y colectiva.
En una sociedad cada vez más compleja y riesgosa, la función de las aseguradoras se ha vuelto indispensable.
Es esencial destacar que los seguros proporcionan una red de seguridad financiera tanto para individuos como para empresas. Las pólizas de seguros permiten a las personas mitigar el impacto de eventos adversos, como accidentes, enfermedades o desastres naturales.
Al contar con una cobertura aseguradora, los individuos pueden afrontar situaciones que, de otro modo, podrían resultar devastadoras para su estabilidad económica. Por ejemplo, una familia que sufre la pérdida de su hogar debido a un incendio puede recuperar su situación financiera gracias a su póliza de seguro de vivienda.
De este modo, el sector asegurador actúa como un amortiguador ante situaciones de crisis, promoviendo la resiliencia y la continuidad del bienestar.
El sector asegurador contribuye significativamente a la estabilidad económica.
Al ofrecer productos que cubren diversos riesgos, las aseguradoras ayudan a fomentar la inversión y el desarrollo empresarial. Las empresas pueden operar con mayor confianza al saber que están protegidas contra posibles pérdidas. Esto es especialmente relevante en sectores como la construcción, donde los riesgos son elevados. Sin seguros, muchas iniciativas empresariales no podrían llevarse a cabo, lo que limitaría el crecimiento económico y la creación de empleo. Así, el sector asegurador no solo resguarda a los individuos, sino que también sustenta el tejido empresarial de una economía.
El valor social del seguro adopta muchas caras.
El valor social del sector asegurador también se manifiesta en la promoción de la responsabilidad y la previsión. Al adquirir un seguro, las personas y las empresas demuestran un compromiso proactivo con su bienestar y el de su entorno. La cultura del seguro fomenta la planificación a largo plazo y la toma de decisiones informadas.
Adopta un rostro cotidiano, reparando las consecuencias de esas cosas que todos los días le ocurren a alguien. Adopta, también el rostro de ese respaldo que llega cuando se produce una gran desgracia, una de esas que ponen el futuro de las personas en peligro.
Por ejemplo, los seguros de vida no solo protegen a los beneficiarios en caso de fallecimiento, sino que también incitan a las personas a reflexionar sobre su futuro y sus obligaciones hacia sus seres queridos. Esto promueve una cultura de responsabilidad que trasciende lo individual y se extiende a la comunidad.
Y adopta también el rostro de un sector empresarial que lleva muchas décadas comprometido con el empleo de la máxima calidad, con la paridad, con la estabilidad y la previsión complementaria de los trabajadores.
Nuestro valor social evoluciona con el tiempo.
El seguro puede ayudar a abordar nuevos desafíos, como el envejecimiento demográfico, la dependencia, el cambio climático o la cohesión territorial. Lo hace a través de su actividad tradicional, la protección. Lo materializa también en su faceta de inversor institucional. Las aseguradoras destinan recursos propios y de sus clientes a respaldar proyectos que favorecen la transiciíon hacia una economía sostenible y justa.
Las aseguradoras son, asimismo, contribuyentes de primer orden. Los impuestos que desembolsan y aquellos que recaudan en nombre del Estado permiten atender partidas de gasto público de enorme trascendencia, como son la educación, la salud, las pensiones o la creación y mantenimiento de infraestructuras.
El seguro es una red de protección que no se ve pero que con su sola presencia favorece el progreso económico y reduce las desigualdades.
Esto lo logra, ante todo, porque el seguro es solvente. Las aseguradoras españolas disponen de un nivel de solvencia que supera en 2,4 veces el que fija la normativa.
Adicionalmente, el sector asegurador juega un papel crucial en la promoción de la solidaridad social.
A través de la mutualidad y el principio de riesgo compartido, las aseguradoras recaudan primas de muchos asegurados para pagar las reclamaciones de unos pocos que enfrentan eventos adversos. Este sistema no solo ofrece protección, sino que también refleja un modelo de solidaridad que beneficia a la comunidad en su conjunto. Los seguros de salud, por ejemplo, permiten el acceso a tratamientos médicos para aquellos que, de otro modo, no podrían costearlo, contribuyendo así a la equidad en el acceso a servicios de salud.
En resumen, el valor social del sector asegurador es amplio y profundo.
Desde la protección financiera y la estabilidad económica hasta la promoción de la responsabilidad y la solidaridad, su influencia permea diversos aspectos de la vida diaria y el funcionamiento de la sociedad en su conjunto. En un mundo lleno de incertidumbres, el sector asegurador se erige como un pilar fundamental para el bienestar colectivo.